La enfermedad de Lafora es un tipo raro de epilepsia que pertenece al grupo de epilepsias mioclónicas progresivas de herencia autosómica recesiva y se considera la epilepsia más grave.
La describió en 1911 el neuropatólogo español Gonzalo Rodríguez Lafora. Es una enfermedad hereditaria y neurodegenerativa, donde el sistema nervioso se degenera progresivamente, de inicio en la infancia tardía o en la adolescencia.
Afecta principalmente a adolescentes y, actualmente, no tiene cura.
El inicio de la enfermedad de Lafora se produce durante la adolescencia en niños que previamente llevan una vida normal y están aparentemente sanos. Los síntomas más comunes que revelan el primer indicio son el fracaso a nivel académico, sumado a crisis epilépticas que van aumentando en gravedad y que no responden a los tratamientos. Lo que comienza como un deterioro a la hora de estudiar o afrontar tareas cognitivas complejas se va trasladando poco a poco a las acciones más rutinarias, afectando al resto de las funciones mentales. El curso de la enfermedad es progresivo y fatal.
El proceso de diagnóstico para las personas con la enfermedad de Lafora puede variar. Se puede diagnosticar mediante una biopsia de piel, que muestra cuerpos de Lafora en las células de los conductos sudoríparos del paciente. Las pruebas genéticas moleculares para variantes patogénicas en los genes EPM2A o EPM2B confirman el diagnóstico. Además, los médicos pueden sugerir un electroencefalograma (EEG) o una resonancia magnética nuclear (RMN) del cerebro para detectar otros trastornos y las convulsiones relacionadas.
Actualmente no existe un tratamiento que prevenga el desarrollo de la enfermedad de Lafora. Los fármacos antiepilépticos y antimioclónicos se utilizan para el tratamiento de las mioclonías y las convulsiones, aunque su efecto es puramente sintomático.
La evolución de la enfermedad de Lafora está marcada por un deterioro cognitivo importante y rápido, y por el aumento progresivo de la intensidad de las crisis y las mioclonías. Los síntomas primarios pueden preceder a las anomalías motoras, llevando a mioclonías intratables y deterioro cognitivo severo.
Después de aproximadamente 6 años desde su aparición, alrededor de la mitad de las personas afectadas pierden la capacidad de mover voluntariamente su cuerpo y/o interactuar con su entorno. En el estadío final de la enfermedad, se produce una pérdida total de capacidades, llevando al paciente a un estado de dependencia total y comúnmente a atrofia cerebral y cerebelar.
El fallecimiento suele producirse entre 4 y 10 años después del inicio de la enfermedad, comúnmente en estado epiléptico y más concretamente por neumonía por aspiración o degeneración del sistema nervioso.
La enfermedad de Lafora es una patología rara que, pese a su baja prevalencia (1:1.000.000), supone graves consecuencias para los pacientes y sus cuidadores. Resulta esencial continuar la investigación y desarrollar nuevos tratamientos paliativos y curativos para esta terrible enfermedad.
Enfrentamos una enfermedad sin cura, donde cada vida es preciosa.
Tu apoyo es un rayo de esperanza que ofrece consuelo y nuevas posibilidades en esta lucha.
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Cura de la enfermedad de Lafora Luz
Colaboran con el estudio de Lafora